¿Cuáles son las consecuencias morales y espirituales de cooperar en la promulgación de una ley que despenalice el aborto?
Por Pbro. Andrés Esteban López Ruiz
El legislador que, en el ejercicio de su potestad, por acción u omisión, coopera en la promulgación de una ley injusta se hace cooperador material próximo de todo acto injusto que se derive de ella y corresponsable de todo el daño causado.
Si, además de ser cooperador material, es cooperador formal su culpa se agrava. El cooperador formal es el que está de acuerdo con la comisión del acto injusto y concurre con él en la intención y no sólo en la comisión, como lo hace el cooperador material.
Este es el caso de los legisladores u otras autoridades que han sido actores en la promulgación de las leyes que despenalizan el aborto, o bien, que teniendo la facultad de oponerse a ellas no lo han hecho. En este caso se trata de una cooperación material próxima, aunque no inmediata, con la cual se colabora realmente en la realización de cada aborto legal realizado a partir de la promulgación de la ley injusta.
Es próxima porque su actuación legislativa concurre virtualmente con cada aborto realizado, estableciendo el marco jurídico sin el cual tal aborto no se hubiese llevado a cabo. No es una colaboración inmediata pues no concurre directamente en la ejecución del acto, pero dado que establece las condiciones necesarias «sine qua non» para realizarse el aborto se implica en el acto con la misma responsabilidad del ejecutor. Esta es la razón por la cual se incurriría en la prevista excomunión «latae sententiae» en el canon 1398.
En este sentido, se puede afirmar con certeza que los legisladores u otras autoridades que han sido actores en la promulgación de las leyes que despenalizan el aborto son moralmente responsables de la muerte de todos y cada uno de los seres humanos indefensos que a causa de tal ley hayan sido privados injustamente de su vida.
Se trata de un pecado gravísimo con efectos destructivos incalculables para ellos mismos y para el bien común del que se hacen culpables y por el que tendrán que responder. Los efectos destructivos incluyen la sangre derramada, la estructura de pecado resultante con toda la degradación moral resultante. De esto se sigue una terrible consecuencia: Dios mismo hará responder a cada uno por sus actos con el clamor de la sangre derramada que pide se haga justicia.
Ahora bien, ya que el daño principal provocado por la injusticia del aborto son pérdidas humanas irreparables, la reparación del daño se hace imposible. Esto agrava más la carga moral sobre el cooperador masivo del aborto, puesto que en el supuesto caso de que hubiera un sincero arrepentimiento que alcanzara el perdón de la pena eterna del infierno, el daño causado por el mal no quedaría reparado por el perdón recibido, sino remitido a la pena temporal, en esta vida, y en el purgatorio.
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