Luis Alberto Silva

¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que le aman.

Stg. 1, 12

En la Odisea, se relata cómo Ulises, después de haber peleado en Troya, emprende el regreso a casa. Durante el viaje a Ítaca, padece numerosas adversidades, que lo hacen demorar más que cualquier otro griego (un total de 10 años). Principalmente porque Poseidón, dios del mar, estaba furioso porque Ulises dejó ciego a uno de sus hijos, el cíclope Polifemo, y le impedía volver a casa.

Hay dos momentos que me gustaría retomar del libro. El primero de ellos, es cuando Ulises llega a la isla donde vive Circe, una poderosa diosa y hechicera. Una gran cantidad de los hombres de Ulises son víctimas de su magia, que los vuelve cerdos. Ulises logra rescatarlos al hacer caso del buen consejo que le da el dios Hermes, al tomar unas hierbas que le impidieran ser hechizado. Siendo el primer hombre en no caer hechizado, Circe se enamora de él y transcurre todo un año para que lo deje partir con todos sus hombres.

En el segundo momento, ahora aconsejado por Circe, Ulises antes de acercarse a donde habitaban las sirenas, pone a sus hombres cera fresca en los oídos y les ordena ser amarrado al mástil del barco, de forma que aunque lo vieran desesperado queriendo ser liberado, lo ataran aún con más fuerza y con más cuerdas. Dicho y hecho, Ulises al escucharlas deseaba ir hacia ellas, dejando en esos momentos de lado el anhelo de volver a casa. Pero sus hombres, obedientes a las indicaciones, lo amarraban con más fuerza.

¿A qué voy con tanto cuento? Ulises no habría podido volver a casa, de no haber escuchado los buenos consejos de los dioses, pero más que eso, si no hubiera tenido una voluntad firme, dirigida por su inteligencia y orientada por sus valores. Se enfrenta, a bordo de su embarcación, a toda clase de pruebas, teniendo en contra al mismísimo dios del mar. Pero al menos contaba consigo mismo.

A pesar de que Circe está enamorada de él, transcurrió un año y él siguió firme, con la mirada fija en volver con su esposa y su hijo; con las sirenas, puso los medios a su alcance para no dejarse arrastrar por una tentación que sabía de antemano, que era muy poderosa. ¿Tú qué tanta claridad tienes respecto de a dónde diriges tu vida? ¿Y a qué te aferras cuando las adversidades o tentaciones son muy fuertes? Espero que en Dios, como dice el Sal. 23, 4: “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan”.

Ulises, como dije, escuchaba a los dioses. Ahora que nosotros iniciamos la Cuaresma, recordemos que nuestro Señor, con una profunda vida de oración y claridad de su misión mesiánica en la Tierra, fue tentado por el demonio. ¿Qué tan seguido te das tú la oportunidad, en tu día a día, de ponerte en manos de Dios para que te fortalezca y te guíe? Como bien dijo Benedicto XVI: “La oración no es algo accesorio u opcional, sino una cuestión de vida o muerte”. Con razón leemos en 1 Tes. 5, 17: “Orad sin cesar (…)”.

¿Y qué medios pones para fortalecer tu espíritu, como una preparación a las tentaciones que acontecen día con día? Sabemos que como dice 1 Cor. 10, 13: “Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito”. Sean distracciones tan simples como una pantalla o tentaciones más fuertes, recuerda que además de la gracia, está en tus manos poner los medios para alejarte de la tentación.

LCF Luis Alberto Silva

Consultor Familiar

9981202066

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