Miriam Esteban Benito – publicado el 25/10/21
Como decía Clint Eastwood en uno de sus guiones, “el mundo se divide en dos categorías: los que hacen la cama y los que no”
¿Eres de hacer la cama cada día? o ¿eres de los que no le importa ver la cama deshecha? Pues, como decía Clint Eastwood en uno de sus guiones, “el mundo se divide en dos categorías: los que hacen la cama y los que no”.
Hacer la cama es de ganadores
Tengo una amiga que, de vez en cuando, nos saca una sonrisa con la manera que tiene de recordar a sus hijos que hacer la cama es de ganadores. Y sí, así es: ¡es de ganadores! ¡No os imagináis lo importante que es hacer la cama!
Pero, ¿por qué es bueno hacer la cama?
Para empezar, hacer la cama ayuda a ver la habitación más recogida, transmite una sensación de logro, reduce el estrés y sube la autoestima. Para continuar, la cotidianidad de nuestra vida está formada por situaciones aparentemente sin relieve, como hacer o no hacer la cama, pero que contribuyen a santificarnos y a evitar una vida rutinaria o sin sentido. Es así como la fe otorga una especial dignidad y un cierto significado a cada uno de nuestros actos más sencillos, rescatándolos de su posible irrelevancia.
Pero ¿qué más hay de importante en hacer la cama? Hacer la cama denota fortaleza, disciplina y autocontrol. Nos ayuda a prestar atención al cuidado de los detalles, del orden, de las cosas bien hechas. Es una tarea muy simple, pero es capaz de enorgullecer tanto al niño de 3 años como al anciano de 90.
Como estamos viendo, hacer la cama esconde muchas y variopintas virtudes. Pero, como nos decía Santo Tomás, para que exista virtud “hay que atender a dos cosas: a lo que se hace y al modo de hacerlo”. Y es aquí donde, como decía mi amiga, hacer la cama es verdaderamente de ganadores. Porque tanto los mayores como los pequeños, en esos minutos y con ese gesto, estamos ganando a nuestra pereza y a la desidia. Estamos enfrentándonos cara a cara con nuestra holgazanería. Es en ese instante de inapetencia cuando entra en juego lo trascendente y empieza a resonar en nuestra cabeza “hazlo por Amor”.
Un reto
Pero, como dirían los hijos de mi amiga ¿mamá, la cama?, ¿pero ¿qué importa la cama? Hacer la cama es uno de los muchísimos campos del día a día que se nos regalan para nuestro crecimiento espiritual. Obedecer a mamá o superarse a sí mismo por Amor se transforma en un detalle casi heroico. Y es que así, realizando las cosas por Amor, no hay cosas pequeñas: todo en la vida, hasta hacer la cama, es algo grande.
En unos días, la Iglesia celebra la fiesta de todos los Santos. Seguramente a muchos de ellos, como a nosotros, les costaba “hacer la cama”. Pero supieron ver que en la vida pocas veces hay lugar para hechos deslumbrantes, que suelen presentarse en contadas ocasiones. Sin embargo, todos fueron capaces de descubrir que, por suerte, no nos faltan ocasiones para demostrar, a través de lo sencillo y aparentemente insignificante de las acciones diarias, el Amor a Dios.
Hacer bien la cama seguramente no te llevará más de 5 minutos. Se trata de un modo precioso de ofrecer el día, de vencer ciertas debilidades y de completar con éxito la primera tarea de la jornada. Si te cuesta, aprovéchalo como un momento de oración, de ofrecimiento que te sirva para dar gracias a Dios y prepararte para afrontar de la mejor manera posible toda la retahíla de acciones que vendrán a lo largo de la jornada. Porque ya lo decía mi amiga: hacer la cama es de ganadores. Y tú, ¿de qué equipo eres?