Desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, el Papa Francisco afirmó que “Jesús no es un ‘espíritu’, sino una Persona viva”.

El Pontífice afirmó que “ser cristianos no es ante todo una doctrina o un ideal moral, es una relación viva con Él, con el Señor Resucitado: lo miramos, lo tocamos, nos alimentamos de él y, transformados por su amor, miramos, tocamos y nutrimos a los demás como hermanos y hermanas”.

El Santo Padre argumentó esta enseñanza con el episodio evangélico de la irrupción del Resucitado en el Cenáculo, donde estaban reunidos los discípulos.

“Hay un particular aquí, en esta descripción”, llamó la atención el Pontífice. “Dice el Evangelio que los apóstoles, por su gran alegría, todavía no creían. Eran tal la alegría que tenían que no podían creer que aquello fuera verdad”.

“Y un segundo particular, estaban estupefactos porque el encuentro con Dios siempre te lleva al estupor. Va más allá el entusiasmo, más allá de la alegría. Es otra experiencia. Y los apóstoles estaban alegres, pero una alegría que les hacía pensar, ‘no, esto no puede ser verdadero, no puede ser así’. Y el estupor de la presencia de Dios. No olvidemos este estado de ánimo que es tan bello”.

El Papa explicó que “este pasaje evangélico se caracteriza por tres verbos muy concretos, que en cierto sentido reflejan nuestra vida personal y comunitaria: mirar, tocar y comer. Tres acciones que pueden dar la alegría de un verdadero encuentro con Jesús vivo”.

En primer lugar, “mirar”, que “no es solo ver, es más, también implica intención, voluntad. Por eso es uno de los verbos del amor.

El segundo verbo, “tocar”. El Santo Padre señaló que “al invitar a los discípulos a palparle, para que constaten que no es un espíritu, Jesús les indica a ellos y a nosotros que la relación con él y con nuestros hermanos no puede ser ‘a distancia’, a nivel de la mirada”.

Y, por último, “comer”, que “expresa bien nuestra humanidad en su indigencia más natural, es decir, nuestra necesidad de nutrirnos para vivir”. Comer juntos el cuerpo de Cristo. Este es el centro de la vida cristiana”, concluyó el Santo Padre.

MARTÍN VALVERDE: “NADIE TE AMA COMO YO” CUMPLE 30 AÑOS

La muy conocida canción “Nadie te ama como yo” de Martín Valverde cumple 30 años y para celebrar el aniversario el cantautor ofreció una especial versión junto a decenas de artistas católicos.

Martín Valverde cuenta que “Nadie te ama como yo” tuvo sus orígenes en un concierto en Chihuahua (México) el 9 de febrero de 1990.

“En un momento del concierto canto una canción sobre el perdón. Frente a mí había una mesa y de ahí se levanta un hombre grandote con sombrero, bien chihuahueño, vaquero y llega donde un chiquillo de 15, 16 años y se dan un abrazo que era especial. Era algo más que un simple abrazo”, recordó Valverde.

“Yo quedo golpeado porque yo todavía estaba en el proceso de acomodar muchas cosas con mi papá biológico. Somos muy amigos hoy y nos conocemos mucho, pero en aquel momento yo todavía estaba reparando esa sección”, prosiguió.

Martín Valverde dijo que ver eso lo tocó. “Me removía ver un abrazo que yo no tuve. Y Dios se aprovechó, siempre se aprovecha. ¿Para qué le vas a reclamar? Para eso es Dios”.

“Normalmente yo pido a la gente al final de los conciertos que guardamos un momento de silencio y cada uno lo pone su intensidad y su momento. Me puse a orar y me olvidé que estaba en concierto. Cuando abrí los ojos veo a seis meseros hincados, llorando. Vi que Dios había hecho de las suyas. Retomé y cerré con el Padre Nuestro”.

Valverde relató que un amigo suyo había grabado el concierto y algunos días después le pidió que pusiera la cinta para poder verlo. “Comencé a transcribir lo que había cantado al final porque nunca lo había hecho”.

“Y así nace ‘Nadie te ama como yo’, una canción muy especial que tiene mucho que decir, una canción que ya tiene vida propia y es historia de muchos más”, resaltó el cantautor de origen costarricense radicado en México.

En la historia de “Nadie te ama como yo” narrada por Martín Valverde, el cantautor recordó que “una vez en Brasil me dijeron que era ‘la mejor canción de amor que yo he escuchado’, pero yo le aclaré a quien me lo dijo que es el amor que se hizo canción”.

DE TESTIGO DE JEHOVÁ A FUTURO SACERDOTE CATÓLICO: DIÁCONO MIGUEL MENDOZA

Miguel Mendoza es un joven de 25 años que perteneció a los Testigos de Jehová, y cuyo camino de conversión comenzó con una imagen de San Juan Pablo II celebrando Misa. Ahora ya es diácono y en unos meses será ordenado sacerdote en Estados Unidos.

Miguel nación en Colorado, Estados Unidos, se crió en una familia integrada por testigos de Jehová. “Cuando nací ya eran Testigos de Jehová. Tengo entendido que mi mamá quería ser monja cuando estaba en México, pero mi abuela no la dejó. Poco después dejaron la fe católica, encontraron los Testigos de Jehová, y cuando yo nací, nací en una familia que era Testigo de Jehová”, narró.

Relató que fue gracias a su madre que aprendió a “tener un verdadero amor a Dios, aunque obviamente no iba a ser lo más perfecto, porque los Testigos de Jehová tienen unas ideas diferentes a los católicos”.

Mendoza contó que a los 16 años quiso investigar más de lo que era la fe católica. “Pero el Señor tuvo planes diferentes en ese tiempo, porque cuando estuve investigando las enseñanzas de todo es cuando encontré al Papa Juan Pablo II que en esos tiempos no era santo todavía. En esos tiempos ya estaba muerto, pero me acuerdo que vi una imagen de él celebrando una Misa y pensé: ‘¿Qué es esto que está haciendo? ¿Por qué tiene esa casulla, porqué está sobre el altar con este pan y la gente de rodillas ante este pedazo de pan?”, contó.

El hoy diácono dijo que, entonces, decidió “leer más sobre la Misa, sobre el sacerdocio” y fue desde aquel momento “cuando el Señor empezó a desarrollar la vocación sacerdotal”.

“Y sentí el llamado, de que el Señor me estaba llamando a hacer algo tan hermoso de celebrar la Misa, de traer a Cristo sobre el altar; y decidí bautizarme. Y dos años después entré al seminario”, agregó.

Finalmente, agradeció a Dios por no solamente permitirle a él regresar a la Iglesia, sino a toda su familia. “Después de que nos bautizamos con mi hermano, mis padres decidieron volver a entrar a la Iglesia Católica”, relató.

RELIGIOSA MISIONERA SE REENCUENTRA CON DIOS SIRVIENDO A LOS REFUGIADOS EN GRECIA

Sor Victoria Kovalchuk, es una religiosa misionera de 38 años procedente de Crimea, que se reencontró con Dios tras ser enviada a servir a las familias refugiadas en Grecia.

La religiosa confesó que quería ser misionera en Brasil, pero Dios la llevó a servir a los refugiados en Grecia. “Mi sueño era Brasil”, pero “creo que ahora no será un gran problema si no voy allí, porque realmente me enamoré de Grecia”, dijo.

Sor Victoria fue bautizada en la Iglesia Ortodoxa Rusa. Si bien su familia no practicaba la fe, Dios siempre estaba presente en su vida. Por ejemplo, de niña tomó prestada la Biblia para niños de una biblioteca, y como no quería devolverla, copió algunas historias en su cuaderno. Al final, confesó que nunca devolvió la Biblia.

Tras la caída de la Unión Soviética, las Biblias volvieron a aparecer en los estantes de las tiendas y su abuela compró una. “Recuerdo que me impresionó tanto este libro que solía llevarlo a la cocina para abrir la primera página y empezar a leer”, dijo.

Al inicio “no pude entender nada, así que cerré el libro y me dije: ‘Algún día lo leeré’ Gracias a Dios, lo he leído y sigo leyéndolo. A través de esta experiencia puedo ver que Dios estaba de alguna manera cerca y ya estaba actuando en mi vida”, agregó.

Relató que, invitada por chicas polacas de su universidad, asistió por primera vez a Misa en 2001, y sintió que quería quedarse para siempre; pero como fue bautizada como ortodoxa, al inicio tuvo dudas sobre si era correcto unirse a la Iglesia Católica. Pronto se dio cuenta que, al convertirse, profundizaría en la presencia de Dios en su vida a través de los sacramentos.

Se convirtió con solo 18 años, y tras terminar la universidad ingresó a la vida religiosa. Antes de que su superiora le pidiera que viajara a Grecia, ella estaba sirviendo en Ucrania.

Sor Victoria sirve a los refugiados y migrantes asentados en Atenas, junto a otros miembros de su comunidad, y de empleados y voluntarios del Jesuit Refugee Service (JRS). “Este es el mejor lugar para este tiempo que Dios me dio. Este es el lugar donde Él me habla a través del país y de la gente con la que trabajo todos los días”, afirmó.

En 2020 llegaron más de 15 mil sobre todo de Afganistán, Siria, Irán y El Congo. Ese año los incendios en los refugios de las islas griegas de Lesbos y Samos obligaron a miles a huir y vivir durante días y semanas en la Plaza Victoria, llamada “Afghani Park” por los refugiados afganos que viven allí. Es un espacio de encuentro para mujeres y niños, precisó.

Dijo que junto a los voluntarios iban a diario a la Plaza Victoria para jugar con los niños. Además, les decían a las mujeres que en el centro que dirigen hay duchas, una lavandería, ropa de segunda gratuita y un trabajador social que da orientación y otros recursos.

Ella trabaja con los afganos, que son sobre todo musulmanes, pero también hay “cristianos y católicos de Camerún”. Subrayó que no los llama refugiados o migrantes, pues “son mis amigos” y son “el pueblo de Dios, de mi Dios que los creó, que los amó”.

Siempre les dice que su amor viene de Jesús, pues “es Él quien me trajo aquí, quien puso este amor dentro de mí y [me permite] dejar a mi familia y mi país”. Sabe que no tiene el poder para cambiar su situación física y política en Grecia, “pero lo que puedo hacer es amar”.

“Les digo: vine aquí para estar contigo en tu situación. Cuando llores, estaré contigo. Cuando te rías, estaré contigo. Puedo mostrarte un poco del amor que tengo”, señaló.

Niños refugiados y muñecas de trapo

Actualmente, las religiosas y voluntarios dan lecciones de idioma en griego, francés e inglés, que durante la pandemia de COVID-19 se realizaron por videollamadas. Además, ofrecen clases y actividades para los niños, pues muchos no van a la escuela y tienen tiempo libre.

Sor Victoria confecciona “motanka”, muñecas de trapo de la tradición ucraniana que luego regala a los niños para que puedan jugar. Las confecciona con ropa donada que está en muy malas condiciones como para ser usadas. A la fecha, ha hecho cerca de 500 muñecas.

“Nuestros niños refugiados no tienen juguetes ni nada con qué jugar. Este es en realidad el mejor lugar para mis muñecas”, dijo y relató que a los niños les gusta sentarse con ella y verla hacer las muñecas, o incluso aprender a hacerlas junto a ella.

“Eligen diferente color de vestido, de cabello. Y creo que esto también es muy importante y un poco, como, terapéutico”, pues ellos no tienen la oportunidad de tomar decisiones en su día a día, ni siquiera sobre cosas pequeñas como lo que quieren usar. “Entonces, les da mucha alegría el solo poder elegir su propio estilo”, precisó.

A la religiosa le llena el ver “las sonrisas, la felicidad de estos niños que en realidad no tienen nada, que a veces tienen hambre” y no pueden pedirle algo a sus madres, “pero están contentos con las cosas simples”, dijo.

A pesar de las diferencias de idioma, cultura y religión, sor Victoria dijo que se siente respetada y apreciada por quienes ayuda. Le expresan su gratitud invitándole pan horneado o té; y los niños, espontáneamente le llevan agua cuando hace calor o comparten sus galletas con ella, y si se sienta en el suelo, le traen una bolsa de papel para no ensuciarse.

“Esto es muy conmovedor y me ayuda a ver cómo Dios me cuida también a través de ellos, aunque sean de diferentes nacionalidades y diferentes religiones”, dijo y afirmó que la mejor recompensa es los “signos de amor” que recibe como los besos y abrazos de los niños.

“Mi viaje aquí comenzó quizás ante todo por mi necesidad personal de encontrar y redescubrir a Dios nuevamente en mi vida y en mi vocación, y esas personas me ayudaron a lograrlo aquí. Así que es mutuo: trato de ayudarlos de la manera que puedo, simplemente estando con ellos, y luego, ellos me ayudan mucho”, concluyó.

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