La mañana del Domingo de Resurrección el Papa Francisco ha celebrado la Santa Misa y seguidamente ha impartido la bendición Urbi et Orbi. “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”.
Ciudad del vaticano
Este Domingo de Resurrección, en una mañana soleada y fresca y en medio del cierre casi total de las actividades en Italia a causa de la pandemia, el Papa Francisco dice: “Hoy resuena en cada lugar del mundo el anuncio de la Iglesia: “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”.
El anuncio de la Pascua no es un espejismo o una vía de escape
Francisco, en el mensaje con motivo de la bendición Urbi et Orbi, insistió en que el anuncio de la Pascua no muestra un espejismo o una fórmula de escape ante la situación que estamos viviendo: “La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Este es el escándalo de hoy”.
“El anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús”, afirmó el Obispo de Roma.
Dios resucitó a su hijo porque cumplió su voluntad de salvación
“Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, es el Señor”, afirmó el Romano Pontífice.
Cristo resucitado es esperanza
Francisco prosiguió afirmando que las llagas en las manos, pies y costado de Jesús, “estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros”.
El resucitado, subraya Francisco, es esperanza para todos los que sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que han perdido un ser querido. “Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios”. Seguidamente el Pontífice llamó a continuar con el proceso de vacunación: “en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres”.
Cristo resucitado es consuelo
El Papa recogió las duras condiciones de vida que viven quienes han perdido el trabajo o están en problemas económicos. “Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”.
Seguidamente, pidió por Haití: “Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza”. A continuación, el Papa dijo: “Y les digo que mi pensamiento va especialmente a ustedes, queridos hermanos y hermanas haitianos: estoy cerca de ustedes, estoy cerca de ustedes, y quisiera que los problemas se resolvieran definitivamente para ustedes. Rezo por ello, queridos hermanos y hermanas haitianos”.
El resucitado, esperanza para los jóvenes
Francisco expresó: “Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.
Igualmente, el Papa expresó su cercanía a todos los jóvenes del mundo, particularmente a “los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor”.
El Resucitado, fuente de renacimiento para los emigrantes
“Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día” afirmó el Papa. A continuación, agradeció la solidaridad de Líbano y Jordania porque reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio.
Agradecimiento a los pueblos que acogen a migrantes
El Papa también pidió por el pueblo del Líbano y dijo: “Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo”.
Acallar las armas
El Papa pidió por Siria, “donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas”. También pidió por Yemen: “cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso y por Libia: “donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”. Francisco llama a todas las partes involucradas a cesar el sufrimiento de estos pueblos y a permitir que “los pueblos devastados por la guerra vivan en paz”.
Francisco expresó sus deseos para que los Palestinos e israelíes “vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad”.
El Obispo de Roma hizo memoria de Iraq, país que visitó recientemente y dijo: “pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos”.[1]
Francisco también dirigió su mirada hacia África, donde algunos países “ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional” y citó a Sahel y Nigeria, la región de Tigray y Cabo Delgado. Pidió que se continúen los esfuerzos por encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, respetando los derechos humanos y la sacralidad de la vida.
“Todavía hay demasiadas guerras, demasiada violencia en el mundo”
“Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra”, dijo Francisco y pidió para que los prisioneros de los conflictos en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias. También pidió para al Señor que “inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista”.
El Obispo de Roma recordó que el 4 de abril se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos que calificó como “artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año (…) ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!”
El Papa expresó sus deseos “para todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente”.
Francisco terminó su alocución con las siguientes palabras: A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz Pascua, serena y santa a todos!