“Cuando uno de ustedes quiere construir una casa en el campo,
¿no comienza por sentarse y hacer las cuentas, para ver si tiene para terminarla? (…)
Y cuando un rey parte a pelear contra otro rey, ¿no se sienta antes para pensarlo bien?

Lc. 14, 28.31a

Existe una práctica en la región maya que ayuda a los agricultores a predecir cómo serán las condiciones del clima durante el año. Se comienza con las cabañuelas, en las cuales primero se equiparan del 1 al 12 de enero a los meses de año, luego a la inversa, es decir, el día 13 para predecir diciembre, hasta llegar al 24 que sería enero. Después, del 24 al 30 cada día representa un bimestre y finalmente, el 31 de enero, cada hora del día, un mes.

A pesar de que las cabañuelas son un primer punto de referencia, en el Xok k‘íin esto no es suficiente. Siguiendo la visión maya, observan y registran el comportamiento de determinados árboles, aves e insectos, ya que saben que éstos, por instinto, van a comportarse de cierto modo dependiendo de “lo que prevén” del clima en momentos o meses específicos. Por ejemplo, las hormigas hasta 48 horas antes de una lluvia fuerte, salen con sus huevecillos para depositarlos en algún lugar más elevado. Ciertos animales y plantas, tienen un comportamiento diverso antes de una sequía al que tienen antes de abundantes lluvias.

Aunque ésta práctica puede verse como mera tradición o superstición, el Xok k’íines una práctica ancestral, que bien hecha, puede tener hasta un 70% de efectividad, según algunos expertos, eso permite a los campesinos anticiparse y planear cuándo sembrar las semillas que podrán cosechar a corto plazo y cuándo sembrar las de mediano o largo plazo.

La tradición de las 12 uvas es interesante, pero no podemos limitarnos a esperar que esos 12 deseos se cumplan solos, sin planearlos y poner manos a la obra. Un cuerpo atlético y fitness no se va a forjar comiendo mientras vemos televisión y nos entretenemos con videojuegos, el amor que se anhela no va a llegar si nuestra voluntad no se dispone a amar, el dinero no va a llegar mientras no hagamos algo productivo.

Así como los agricultores mayas observan y registran ciertos eventos antes de decidir qué semillas convine sembrar. Algo similar podemos hacer nosotros para anticipar durante enero cómo vamos a actuar el resto del año. Podemos durante éste mes detenernos a observarnos, ¿cómo estuvo el año anterior para mí? Tenemos la oportunidad de reforzar aquello que nos dio buenos resultados y corregir en base a las experiencias que no fueron favorables.

Podemos comenzar con aquello que podemos cosechar a corto plazo: hábitos saludables, no solamente cada 1º de enero, o el próximo mes, o esperando hasta el lunes. Cualquier día es igual de bueno para empezar a orar, a buscar los sacramentos, a comer más saludable, a hacer ejercicio, a leer más, a pasar más tiempo de calidad en familia. Incluso existen aplicaciones que podemos descargar en el celular y nos van a ayudar a consolidar hábitos saludables y/o erradicar hábitos negativos.

Hay algo interesante que en ocasiones pasa con las metas: una vez que las alcanzamos, corremos el riesgo de palomearlas y dejarlas en el olvido. Por ejemplo:

Logré bajar hasta equis cantidad de kilos, listo, ya puedo volver a descuidarme”.

“Ahorré para comprarme un nuevo celular, cumplí mi propósito, ahora dejaré de ahorrar”.

Ojo, las metas son buenas y nos pueden motivar a alcanzar objetivos concretos en las diferentes áreas de nuestra vida: espiritual, familiar, físico, económico, laboral, social, intelectual, emocional, y a su vez, pueden ser metas a corto, mediano o largo plazo. Sí vale la pena trazarnos metas a cumplir, pero sin descuidar que aún más valioso que alcanzar una meta, es nuestro desarrollo de habilidades y conocimientos, de superación personal durante el proceso de haberla alcanzado o el aprendizaje que nos dejó la ocasión que no la logramos.

Solemos decirle a nuestros seres queridos que les deseamos lo mejor. Hoy termino éste primer artículo del año, deseándote lo suficiente, con un pensamiento de Bob Perks:

Te deseo el suficiente sol para mantener tu actitud brillante.
Te deseo la suficiente lluvia para apreciar más el sol.
Te deseo suficiente felicidad para mantener tu espíritu vivo.
Te deseo suficiente dolor para que los pequeños gozos de la vida parezcan mucho mayores.
Te deseo suficientes ganancias para satisfacer tus deseos.
Te deseo suficientes pérdidas para apreciar todo aquello que posees.
Te deseo suficientes “holas” para poder sobrellevar el adiós final.

Luis Alberto Silva

Lic. en ciencias de la familia

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