Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo», señala Juan Bautista para referirse a la misión del Mesías. El precursor realiza esta declaración, una vez más, para destacar la superioridad del Mesías que tienen delante, con la finalidad, sobre todo, de iniciar el final de su misión como profeta. De hecho, el inicio de la misión pública del Salvador irá acompañado de la desaparición y posterior muerte de Juan Bautista. Sin embargo, una pregunta se plantea aquí: ¿por qué Jesús se hizo bautizar por Juan? La Iglesia ha ofrecido siempre dos explicaciones fundamentales a esta cuestión. La primera es que la cercanía de Dios con el hombre llega hasta sus últimas consecuencias; la más extrema de ellas será la muerte de Jesús en la cruz. Sin embargo, a lo largo de la vida del Señor observamos continuamente momentos en los que Jesús no solo es cercano con los pobres, despreciados y, especialmente, los pecadores, sino que va a pasar por uno de ellos. El descenso a las aguas del Jordán siempre se ha percibido como un acto de solidaridad con el hombre, necesitado de conversión y purificación. Jesús, desde el comienzo va a actuar «hecho semejante a los hombres» (Flp 2, 7). La segunda razón para comprender el Bautismo de Jesús es considerarlo como una prefiguración de su propia Pascua. En el descenso y el resurgir del agua está anticipada su muerte y resurrección y, a partir de ella, nuestro propio Bautismo, que es participación en la Pascua de Cristo. Este es el motivo por el que el Bautista señala que Jesús realizará un bautismo que conferirá el Espíritu Santo, ya que la muerte y resurrección del Señor llevará consigo el don del Espíritu Santo para quienes lo reciben y quedan incorporados a la vida de Cristo y a la de la Iglesia